Ceremonia Intima




Oleo sobre tela: "El Abrazo Cósmico" (Carlos Vico)

Ceremonia íntima

Los cuerpos celestes se adivinan y estiran, entrelazados se poseen y funden en la danza primera, entre claroscuros de titanio y cobalto, el blanco apagado y el negro. Sobre ellos la ventana repartida ha ido modificándose del gris claro al azulado, como un cuadro colgado de la nada, para quedarse luego por unas horas en el azul negro profundo, con sus chispas eternas que titilan sutilmente su ilusión engañosa de años luz. Hay entre ellos suspiros de ceremonia, gemidos de consumaciones nuevas y antiguas como la vida de los humanos, trozos brillantes de sábana suspendidos, móviles, sacudidos por el deseo inmemorial de las pieles, por estertores de caderas y espaldas, de brazos y piernas. Luego las figuras se recortan nítidas y limpias, sin cobertura de trapos en la luz difusa, curvas apenas suaves como ondulaciones de seda las de ella, angulosa y fuerte la de él en su desperezo de gato. Mientras una luciérnaga naranja vuela de un lado a otro, se quedan inmóviles, respirando apenas, escuchando los sonidos del silencio, adivinando roces, pequeñísimos crujidos. Una hoja que vuela allí afuera y cae, acaricia las chapas del techo, danza y sigue su camino retozando como mariposa marrón, hasta colgarse sin estruendos sobre una brizna de pasto. Un pájaro nocturno afina la melodía seductora, le responden con un trino como ecos de campanita; un pedazo del viento mete por la ventana el rugido lejanísimo de un auto trasnochador, afuera choca en las paredes, arremolina partículas invisibles a la luz de la luna, curva su lomo para subir a los techos, estira sus flecos acariciando a las ramas y los troncos. Hay un sutil estertor de maderas trabajando su acomodo perezoso, bajo el colchón, cede su milimétrico encastre, se expande y contrae en una cópula de machimbres. Las hormigas trabajan horas extra y caminan sus patas diminutas por las vigas oxidadas, haciendo equilibrio con un palito en sus tenazas. Como una Penélope negra y laboriosa una arañita teje su filigrana incansable agarrándose a los rincones lejanos, se para, espera y sigue; sabe que alguien va a llegar pronto.Any y Lazlo adivinan y juegan a que adivinan cada detalle minucioso de los sonidos de la vida, saben que son parte del misterio de lo sencillo y primordial, que la materia del cuerpo no es otra cosa que partículas pertenecientes al todo maravilloso. A la vez son parte de la magia, de algo inconmensurable e inexplicable a lo que no intentan sobornar para entender. La vida subiendo por la columna vertebral como un aliento, voluta emotiva, alimentando y realimentándose del gesto y el mimo. La vida aferrándose en las paredes, trepando a los cuadros y a las máscaras, a las guitarras y a las plantas, a los proyectos disparatados y al delirio de las manos premiadas por el pellizco de las musas. La luciérnaga, lanzando su postrero guiño de big bang, fenece entre colillas olorosas. Las bocas se encuentran, se palpan y se mojan, se dicen entre susurros, para decirse y susurrarse los amores de minutos y eternidades.

Carlos Vico
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