Sinfonía sutíl



Sinfonía sutíl


Una sinfonía sutil son tus pies descalzos
transitando la distancia de claroscuros
mientras te acercas al punto exacto de la lujuria
a la meseta blanda de mi cama

La piel desnuda de bengalas mojadas
contemplando el adagio ondulante de los cuerpos
los ojos de un niño, voyeur inocente y casual
diría que somos gladiadores trenzados en rara lid
yo clavando espadas sin filo

En la abierta herida de sangre transparente
tu amansando al dragón virulento
con tus piernas de bronce letal
con el ojo vicioso de tu horqueta
pero es cierto

A veces quiero asesinarte
en esas noches de miedo
donde quisiera eternizar
la tertulia sudorosa de las pieles
el lenguaje hurgador de los dedos
quisiera congelar el gemido
de tu boca abierta tragando mi espada
el gruñido de mi lengua
sorbedora de corales y algas rosadas
fotografiar el agónico orgasmo
de tu cuerpo de arco tensado

Tengo miedo

De que el tiempo homicida
malogre la carne vivaz
que derrame coherencia en el delirio
o lance su flecha desquiciada de rutinas
a la locura impensada

pero tu cuerpo azul me rehabilita
en la penumbra de los encuentros
las piezas caníbales de un juego de ajedrez
se van derritiendo
mientras improvisamos cada noche
el más grande amor.

Carlos Vico
.
.
.

Desde el abismo





Desde el Abismo

Desde el abismo o desde el olvido
las manos están siempre acariciando
ilusiones como nubes, como pájaros
la muerte se arrincona al pensarte

Desde el lugar inconcreto de mis sueños
siempre estarán las manos abiertas
para recibir el cuerpo anhelante
la chispa sagrada y vital
el rocío de las pestañas que tiemblan
al recordar un amor, la sombra donde recogernos
desde un rincón apaciguado

te pienso

Buscando la calma de los sabios
la inocencia del niño y la paz de las palomas
el rumor suave de la hoja cayendo
lenta en tu regazo como nido

Mis filamentos de cristal quieren atraparte
en la palabra que germina en el silencio
en el abrazo que se sueña en el desvelo
en las noches donde observamos el cielo
y las distancias dejan de serlo.

Carlos Vico
.
.
.

En algun lugar





En algún lugar

En algún lugar del mundo, al este del paraíso
o en la frontera del amor

Una tarde se teñía de rojo, y había flores frente al espejo
Enredaderas en las manos, y relojes detenidos
un suspiro con alas atraviesa tu seno
y los labios son hojas, de cobre lustrado

Nada es casualidad, me dijiste
la magia existe y está aquí
los cristales explotando en tus ojos
mariposas traviesas en forma de poema

Volemos hacia un planeta cualquiera, me dijiste
este espejo es una puerta hacia otra dimensión
allí están todos un poco locos
pero nadie llora ni quiere matar

En el vientre hinchado, de la luna
tal vez hay duendes, hadas y conejos
tal vez estemos nosotros, repetidos
pero más lindos, sin miedos ni dolores

En la bóveda de un cielo distinto
brillarán los amores que se escaparon
niños desnudos volando en libertad
mujeres y hombres, pintados de azul

Hay nidos con escamas de sol
y la carne no se convierte en pecado
donde vivir no es trascender
y morir es convertirse en lucero

Para hacer una historia de amor, me dijiste
solo hacen falta tu mirada y la mía
un espejo que nos espía
dos rosas blancas con perlas amanecidas

Carlos Vico
.
.
.

Cosas de la Nostalgia





Cosas de la nostalgia

Cosas de la nostalgia serán
colgarse del adornado recuerdo
de la risa espontánea del ayer
de dolores apocados y lejanos

Y la historia se arma de retazos
de ideales remendados más de una vez
de amores que nunca fueron
de horizontes vislumbrados

Cosas de novela serán
ponerle piedritas de colores
a la sonrisa de aquella mujer
pensada como futuro mas de una vez

Enmascarar el presente
vestirlo de lutos y borrones
parar en lo antiguo las agujas malhechoras
abrigarse con velos de fantasías

Nostalgia, rejas torcidas y oxidadas
cárcel que me priva de tu presencia
me roba el camino hacia tu cuerpo
con baches de tanto pasado

Cosas de la nostalgia serán
los inventos de la memoria
que despiertan tus demonios afligidos
que viste de payaso a la tragedia

Cosas de la nostalgia serán
poner una atractiva piel
bajo tu mano que anhela otras horas
es ponerle un guante de incertidumbre
a la caricia otra vez negada.

Carlos Vico
.
.
.

Pequeña Fábula de Amor Cósmico





Pequeña fábula de amor cósmico

El hombre andaba caminando por la luna, y se sentía triste porque noencontraba lo que no sabía que andaba buscando. Ya pensaba renunciar a su deambular ilusorio, cuando de pronto vio algo que lo dejó clavado en el lugar. Sentada sobre el borde de un cráter pequeño había un ser de luz. (así lo definió él por el aura que emanaba) La mujer estaba deshojando una margarita. Pero no era como la flor que el hombre conocía. Los pétalos eran de cristal violeta, transparentes y volátiles. Cada uno que ella arrancaba, lo arrojaba con suavidad, y el pétalo salía volando, como con vida propia, cual mariposa que al moverse la luz explotaba en mil matices del mismo color.Al ver al hombre ella sonrió, dejó la flor a un costado, e instantáneamente estuvo a su lado. Le acarició la mejilla, y en él el sobresalto se mezcló con algo de miedo.
—Hace muchos siglos que te espero. –dijo ella sin hablar.
—¿Sos un sueño? –preguntó el hombre, y dentro de su cabeza escuchó:
—Soy tu metáfora...
¡Tanto andar para encontrar esto! –pensó el hombre, y se arriesgó a preguntar.
—¿Qué es una metáfora? —No es nada. –escuchó que le contestaba— Y es todo. Aquello que dice lo que no dice, no es nada y es todo...El hombre no entendía de metáforas, pero algo en el fondo le dijo que ya iba a comprender.
—Podés acariciarme vos también. –invitó ella. Le tomó la mano y la acercó a sus pechos. El sintió una leve electricidad, y a la vez la tibieza y la tersura algodonosa del pecho.
Entonces se vio rodeado de luz como ella.
—Es bonito, no es cierto?—¿Qué cosa...? –preguntó él.
—Estar rodeado de luz.—Pero no entiendo qué es lo que ocurre. .—protestó el hombre, y por un lado sintió algo de temor, y por el otro lo que definió al instante como felicidad.
—No hay que entenderlo.— contestó ella. Hay que vivirlo y quedarse con lo mejor...
—¿Con lo mejor de qué?—¡Cuántas preguntas inútiles! Lo mejor es lo mejor en sí mismo. Todos lo saben, pero se lo ocultan.
—¿Todos quiénes...?—
Ese saber está en cada uno, aunque se lo niegan porque están llenos de cuestionamientos. Pero no estoy aquí para filosofar contigo. Nos encontramos para hacer el amor... Y si te digo hacerlo, es crearlo, darle una forma particular a nuestra medida, fantasearlo con colores que aún no conoces...
Suavemente ella lo abrazó, y los miedos del hombre desaparecieron.
Y se esfumaron “todos” los miedos que el ser humano esconde.
Ella le enseñó un amor nuevo. El amor cósmico que conectó a sus seres con el átomo, con la partícula más pequeña de la que todavía no se tiene conocimiento, con la explosión primaria, con la nada, con el todo.
Y le enseñó la unión del instinto con el raciocinio que dio a luz al equilibrio, que a su vez dio a luz a la sencillez.
Y le mostró que el amor es sencillo, desnudo, sin adornos; el amor es lo no deseado y lo no pensado, es lo intangible y lo concreto. El amor es el ya, que es el eterno.
Entonces sus cuerpos se fundieron y formaron una estrella.

Carlos Vico
.
.
.

Podredumbres del alma





Podredumbres del alma

Desde las llagas de mis pies
Desde el puñal mellado de la lengua
Desde en fondo impreciso de mi circunstancia
Desde el infierno de las noches agobiadas
Desde un horizonte con resplandores de muerte

Te he llamado

Para alejar el pantanoso andar de extrañarte
Y no sentirme un trozo de algo
Deseo invisible y aplastante
en el esquema de los días apagados

El niño ha gritado en una terca madrugada
Una parte de este ser que fue desmenuzado partió
Entre los pliegues rotos de brisas fantasmales
A buscar los recodos de tus brazos

La brasa del ojo cíclope de tu sexo
La obsesiva fantasía de las piernas de bronce oscuro
El intercambio de flujos astrales
Para ser planeta y estela luminosa

Que ronde los universos de lo cotidiano
El silencio es un perro rabioso
Mordiendo las entrañas anochecidas de vinos azules
Degollando payasos alucinados y carcajeantes
Rompiendo muecas petrificadas de hipocresía
Desvirgando podredumbres ocultas en el alma

Hoy espero que un soplo helado y milagroso
Me deje insensible ante el avatar infame
De anhelarte tanto y tanto
Como en esta noche deseo
a la dama negra que con un beso huesudo
una mi espíritu con ella y con la nada y me lleve
prendido en sus vestiduras desgarradas

El mundo, demasiado ancho y largo
Tragador voraz de las ansias de cercanías
Titiritero siniestro y burlador
Agusanó mi corazón
de tanta espera.

Carlos Vico
.
.
.

Filosofía barata y zapatos sin suela



Filosofía barata y zapatos sin suela

Dejo atrás el fuego atrevido
La lengua ácida labradora de penurias
La malevolencia de las fantasías desatadas
El ímprobo fluir del sexo maquinado
Los artificios de versos condescendientes

Grabados a fuerza de taras mentales,
de genuflexiones ante el sueño bastardo
Voy a desenterrar a mis muertos pretéritos
Con sus caretas idénticas a mi rostro
Los que labraron su obituario en noches
y días angustiados

Voy a preguntarle a los imbéciles,
a los románticos,
a los soñadores y a los idiotas que son mis clones,
qué ha pasado con las horas, inertes, abúlicas,
pero vanidosas de hipocresías.
Pues he escuchado, amigos,
a un filósofo borracho que decía
“todo lo que no se puede conseguir,
es descartable”
Pensé en su filosofía barata y sus zapatos sin suelas

Y le dije que he vivido volando tras un sueño
Y se ha cagado de risa.
“Tráeme un sueño en la palma de tu mano,
y luego hablamos”
Entonces me dio la espalda
y me sumió en la negrura
o en la claridad del presente.
Me dejó su vino gris en el alma
La incertidumbre podrida que enciende a la ironía
La sarcástica desazón de lo no realizado
El cuerpo muerto de mi mismo tendido a mis pies
Y la pregunta del millón...¿Y ahora qué...?

¿Cómo decirle a la mujer que esta mañana dijo amarme
que yo amo la figura inalcanzable de alguien
que quizá no exista sino sólo
en el apócrifo transcurrir de mi otra existencia?

Mi carne agradecida por su carne
se ha desperezado, gato pusilánime
sorbiendo primerizos rayos de sol,
morbosos los tendones, el sexo satisfecho.
Mi mente desagradecida se ha volado lejos de ella
Pero a la vez se ha quedado
Para matar al fuego atrevido
Y cercenar a la lengua ácida,
labradora de mentiras...

Carlos Vico
.
.
.

Soledad





Soledad

He gastado mis palabras, Soledad, las he gastado todas.Hicimos el amor como los árboles, en susurros consustanciados con la brisa y el humo de cigarrillos, lo hicimos como el volcán que escupe sus furias, como las cucarachas, con sonidos destellantes de latigazos, con las antenas dislocadas...Pero no me pidas que diga nada.Pues no puedo decirte que estuve partido, aquí y en el lugar incierto, haciendo el amor con dos mujeres, simultáneamente. María estaba con nosotros, entre nosotros, desde el otro mundo, sombra sólida enroscada en los gemidos mudos. No Soledad, María no está muerta, y sigue tan encendida aquí, como mi ojo de faro que te observa de costado, tan estridente en la piel como la sirena que quiebra la noche, o la música felina que se apodera de los techos.Hubo un tiempo, Soledad, donde no pude con los misiles quemantes de la realidad, y atomizada mi carne se largó a andar por el vaivén de los granos de arena, subido a la cresta imperiosa de los signos lejanos, descalabrados los huesos, descompensada mi materia por esquizofrenias virtuales.Y ahora estás a mi lado, Soledad, desnuda, deseable, y en parte satisfecha, pero con un reclamo de sonidos que se atragantan, porque luego de hacer el amor como las langostas, como los piojos, como los perros, encelados y locos, succionados, abrillantados, con las alas de mariposa enceradas de sudor, descubrí que quería hacerme invisible y volar...Y no puedo decirte que te amo porque mi corazón no está, mi mente y sus hemisferios se disgregaron y quedó a tu lado esta cáscara vacía de serpiente, cuero abandonado de sustancias divinas, condón abortado y abandonado de si mismo, con centros nerviosos que reaccionan por impulsos antiguos.No puedo decirte nada, Soledad, porque María está incrustada en mis fantasmas.


Carlos Vico
.
.
.

Mienten





Mienten

Mienten los sonidos del éter con sus pasos peregrinos
Mienten las palabras vanidosas sin un batir de labios en los labios
Miente el nervio saturado que eyacula redundancias
Miente el vacío que trastoca los mensajes incorrectos

Hay una paz y bondad de cementerio
Que me dice que ya nada es urgente
Su eco recala en el vano de mi puerta
Con un quimérico sonsonete indeformable

Y soy una silla en un desierto de calmas aparentes
Palmera sin oasis
Hipnosis del suelo donde se abisman la piernas
Que se quiebran en lo incierto

Y miente el desconcierto que se presiente
En la isla que se desquicia de silencios descuartizados
Miente la esperanza con su bufido de toro en celo
Que enerva la sustancia de lo abandonado

Carlos Vico
.
.
.

Despertar de los faroles





Despertar de los Faroles

He buscado la metáfora exquisita
Entre las sabanas solas como un faro apagado
En la huella del líquido extinto de una botella que trasnocha
En el paso de tu voz como un viento que se pierde
Y en el signo insoslayable que te convoca
A través del ojo que fracciona nuestra luna
En el tul manchado por las hojas que danzan

Y a veces amor, lo sublime se posterga
Las palabras minusválidas arrodillan sus muñones
Para rezar quién sabe qué requerimientos
A un dios decapitado y descorazonado
Que ríe con su ombligo el abandono de la fe

Mas sé que en la cúpula de tus ojos
Depositaré algún día la nota correcta
Un batir de espumas sin premoniciones
Una gota de polen que asalte la noche de tu cuerpo
Una huella donde la tuya también quede estampada

Te invito a que bailemos desnudos de historia
Bajo las flores amarillas de este sol incompleto
Entre la letras de molde que se eternizan sin sábanas
temblando su estigma de soledades
cuando despierten los faros...

Carlos Vico
.
.
.

Ceremonia Intima




Oleo sobre tela: "El Abrazo Cósmico" (Carlos Vico)

Ceremonia íntima

Los cuerpos celestes se adivinan y estiran, entrelazados se poseen y funden en la danza primera, entre claroscuros de titanio y cobalto, el blanco apagado y el negro. Sobre ellos la ventana repartida ha ido modificándose del gris claro al azulado, como un cuadro colgado de la nada, para quedarse luego por unas horas en el azul negro profundo, con sus chispas eternas que titilan sutilmente su ilusión engañosa de años luz. Hay entre ellos suspiros de ceremonia, gemidos de consumaciones nuevas y antiguas como la vida de los humanos, trozos brillantes de sábana suspendidos, móviles, sacudidos por el deseo inmemorial de las pieles, por estertores de caderas y espaldas, de brazos y piernas. Luego las figuras se recortan nítidas y limpias, sin cobertura de trapos en la luz difusa, curvas apenas suaves como ondulaciones de seda las de ella, angulosa y fuerte la de él en su desperezo de gato. Mientras una luciérnaga naranja vuela de un lado a otro, se quedan inmóviles, respirando apenas, escuchando los sonidos del silencio, adivinando roces, pequeñísimos crujidos. Una hoja que vuela allí afuera y cae, acaricia las chapas del techo, danza y sigue su camino retozando como mariposa marrón, hasta colgarse sin estruendos sobre una brizna de pasto. Un pájaro nocturno afina la melodía seductora, le responden con un trino como ecos de campanita; un pedazo del viento mete por la ventana el rugido lejanísimo de un auto trasnochador, afuera choca en las paredes, arremolina partículas invisibles a la luz de la luna, curva su lomo para subir a los techos, estira sus flecos acariciando a las ramas y los troncos. Hay un sutil estertor de maderas trabajando su acomodo perezoso, bajo el colchón, cede su milimétrico encastre, se expande y contrae en una cópula de machimbres. Las hormigas trabajan horas extra y caminan sus patas diminutas por las vigas oxidadas, haciendo equilibrio con un palito en sus tenazas. Como una Penélope negra y laboriosa una arañita teje su filigrana incansable agarrándose a los rincones lejanos, se para, espera y sigue; sabe que alguien va a llegar pronto.Any y Lazlo adivinan y juegan a que adivinan cada detalle minucioso de los sonidos de la vida, saben que son parte del misterio de lo sencillo y primordial, que la materia del cuerpo no es otra cosa que partículas pertenecientes al todo maravilloso. A la vez son parte de la magia, de algo inconmensurable e inexplicable a lo que no intentan sobornar para entender. La vida subiendo por la columna vertebral como un aliento, voluta emotiva, alimentando y realimentándose del gesto y el mimo. La vida aferrándose en las paredes, trepando a los cuadros y a las máscaras, a las guitarras y a las plantas, a los proyectos disparatados y al delirio de las manos premiadas por el pellizco de las musas. La luciérnaga, lanzando su postrero guiño de big bang, fenece entre colillas olorosas. Las bocas se encuentran, se palpan y se mojan, se dicen entre susurros, para decirse y susurrarse los amores de minutos y eternidades.

Carlos Vico
.
.
.

No importa





No importa

Ya no pregunto si la brisa traerá sus milagros
Descalzos y en harapos, o vestidos de aconteceres luminosos
Haciendo saltos mortales y muecas lujuriosas
Cortes de manga para dejarnos navegar en el misterio
No importa...

Si en el cuenco de tus ojos florecen extrañezas
Si en el hueco de tu mano anida algún pájaro
invisible de alas cortadas
Si en mi noche de fantasmas te busco a ciegas
Si la almohada en mi costado
no es el molde de tu cabeza

No importa
Pues aún tenemos al sueño
Vibrato que trae la tierra
Sonido de cuerdas y vientos visitando tu oído
Tambor ancestral golpeando la puerta de mis tendones
Formando arabescos en la imaginería de las noches
Mi cabeza en tus muslos, tu mano en mi sexo,
mi caricia en tus colinas, tu pelo en mis axilas,
mis dedos en tu cuello, tu beso en mi todo,
mis labios arropándote

Recuéstate en mi hombro
Alejemos la ignorancia de los relojes,
la avaricia de los kilómetros
¡Mueca puerca del imposible...!

Y si podemos quitarle los zapatos
al ciempiés de los miedos
Titiritero infame, dictador y asesino de corajes
Si mi brazo estira hasta tus ojos y te seca una lágrima
Si tu abrazo se enreda en mi pupila distanciada
Tal vez dejemos de ser uno y uno
Para ser nosotros
En el único espacio,
donde el puente invisible nos funde...

Carlos Vico
.
.
.